¿Cuándo fue la última vez que tú y tus hijos se asombraron con algo tan simple como un atardecer, el canto del agua cayendo o una mariposa en el parque?
Una Aventura Inolvidable en Familia
El mes de febrero, salimos en familia rumbo al sur, a conocer La Carretera Austral. Partimos al ritmo de nuestra ciudad de Santiago, corriendo desenfrenados antes de que la ciudad se iluminara y el sonido de autos, bocinazos, gritos y calor nos atrapara.
El camino en auto fue largo hasta llegar a Puerto Varas y aún no podíamos bajar del ritmo propio de donde veníamos, pero al pasar los días e introducirnos en los caminos a veces de tierra o la lentitud propia de cada lugar, comenzamos a disfrutar de los regalos que nos daba esa naturaleza: los lagos y ríos que corren con fuerza hacia el mar, la inmensidad de los paisajes y la calma que solo el sur de Chile puede ofrecer.
Ver en sus ojos brillar al presenciar el acompañamiento de algún animal como los guanacos, el vuelo de un cóndor hacia lo alto de la cordillera o el pastar de las vacas, además de buscar en ese bosque muy espeso al Chucao que nos emitía ese sonido tan singular, me recordó que las mejores lecciones de la vida no están en un libro, sino ahí afuera, en la naturaleza.
En este viaje hemos tenido que adaptarnos a los diferentes lugares donde pernoctamos, a subir y cargar bolsos, mochilas y demás, y a tener paciencia con los cansados o a veces aburridos. Pero en esta experiencia hemos disfrutado de jugar cartas, juegos de mesa, taca-taca, hacer trekking y salir sin rumbo a conocer calles y pueblos.

Momentos Inolvidables y Enseñanzas
En el recorrido hacia nuestra ruta trazada, algunos miradores nos dejaron sin palabras en esos rincones donde nos detuvimos a apreciar. Mucho sol y viento en algunos, y vistas que se quedan guardadas en mí.
Pero las que me marcaron fueron la grandiosidad del Lago General Carrera, con nubes que parecían sacadas de un cuento, y los fiordos cerca de Puyuhuapi, que nos dejaron sin palabras y nos hicieron sentir que el tiempo se detenía para absorber esa maravilla.
Ese momento de silencio compartido mirando el lago en calma valió más que mil palabras.
Fue en ese instante cuando comprendí que los mejores recuerdos se construyen sin prisas, sin guiones, solo viviendo el momento. Los niños no recordarán el itinerario, recordarán la sensación de libertad, la risa sincera y el asombro compartido.

Llegando a Villa O'Higgins: La Meta
Creo que llegar a Villa O’Higgins fue lo que me hizo recordar la importancia de llegar a la meta. Fue un viaje duro, comenzando por el apuro de encontrar el ferry que nos atravesaría a este lugar. Hay uno cada dos horas y muchos son los que quieren cruzar. Y por mucho que nos apuramos, perdimos varias horas de espera hasta que finalmente embarcamos.
El camino que nos esperaba no era el mejor. Al comenzar la ruta, observamos cómo se estrechaba y aunque la vista era grandiosa, el miedo de toparnos con otros más apurados y desafiantes me quitaba las ganas de proseguir.
Además, el camino era realmente malo y podíamos tener problemas con nuestro vehículo. Y aunque eran solo unos pocos kilómetros, el viaje pareció una eternidad. Pero cada bache, cada curva cerrada y cada momento de incertidumbre hicieron que el llegar al punto final de esta hermosa carretera fuera aún más significativo.
¿Qué nos enseñó esta aventura?
Este tramo del viaje nos enseñó mucho más que llegar a un destino turístico. Nos enseñó sobre perseverancia, paciencia y trabajo en equipo.
- Perseverancia: Porque hubo momentos en que pensé en dar la vuelta, en rendirme. Pero al seguir adelante, aprendimos que la meta siempre vale la pena, incluso cuando el camino es difícil.
- Paciencia: Las horas de espera en el ferry fueron una lección para todos, especialmente para los niños. Aprendieron que no todo sucede al instante, y que la espera tiene su recompensa.
- Trabajo en equipo: Cada uno de nosotros tuvo un rol en este viaje. Desde mantener el ánimo en alto hasta ayudar con las mochilas o ser copiloto alentador. Este viaje nos recordó que juntos llegamos más lejos.
